Acostumbro oír con cuidado;
el sonido de una puerta al abrir,
de un lápiz al caer,
de un pájaro al pasar,
son suficientes
para colmar mi atención
y acercarme al ventanal de los recuerdos:
allí, mojado de tristeza,
asumo lo falso de caminar sobre candentes hierros
imaginando un torrente
de dolor que
ahoga y tiñe
la esperanza.
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