15:05 | Posted in



Ilustración: "Concierto", Oleo de Antonio Sarelli








(parafraseo de un poema anónimo)


¿Me quieres?
…no
¿piensas en mí?
…no
¿me tienes en tu corazón?
…no
¿si me fuera, llorarías por mi?
…no

Triste se dio la vuelta
y ella lo tomó del brazo y le dijo:

No te quiero, te amo;
No pienso en ti, vives en mí...
No estás en mi corazón, eres mi corazón…
No lloraría por ti, moriría por ti…
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7:24 | Posted in



Ilustración: "Mujer con la mano en el pecho", oleo de Antonio Serelli








Poema dedicado a FRANCA

Querido amor,
dos puntos,
te extraño,
punto y coma;
me desespera no saber de ti,
punto;
muero porque me ames
como yo te amo,
paréntesis,
porque el sólo hecho de que existas
y no correspondas a mí,
hace necesario despedirme,
iluminarme de distancia,
y morir en el único lugar
en que me queda vida:
tu recuerdo;
punto y final.
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4:29 | Posted in


Ilustración: "Ángeles",Dibujo, de Abraham Manuel Naim López, 2006.




Tus manos acarician
el pequeño centro de amor
que se dilata…
…y aun hay vacío…
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6:08 | Posted in







La vida es existir serenamente;
guardar los dolores en el ocioso laberinto del alma;
soportar indiferencias,
inconsecuencias,
letargos de una vida marchita y desdichada;
la vida es existir
en el oculto espacio de lo que se acaba,
es mirarme en soledad,
tomar los encantos,
imaginar que me amabas.

La vida no es más que pesadumbre,
domingos de sueños,
comer en la cama;
brindar por la dicha
y asegurar que se tiene un leve espacio
para embriagar el alma.

La vida es dificultades,
momentos tiernos,
pensamientos que se llaman:
estar dos en resignación




y tres doblegando las miradas;
es acompañar el silencio,
llorar las voces y palidecer en calma.

La vida ya no es,
ocultó la única razón que tenía como brillo:
tú.
La vida acaricia el cuerpo,
sensaciones,
suburbios de amor;
verdades.
Eres la vida y te he perdido,
abandonaste ilusiones y detalles:
te hiciste estiércol, pared, hielo,...
Adiós.
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5:50 | Posted in

Los vi consumidos
por el recorrer en las calles
buscando el pan y vino de mis hijos;
toqué con ellos muchas puertas
y ninguna me dio su abrazo…
Llegué a casa
soñoliento y aturdido,
y allí estaban José Miguel
y José Eduardo.
Sus ojos grandes,
dilatados por el aire,
me capturaron todo espacio;
miraban mis manos
ocultas en la chaqueta,
buscaban algún vestigio
de regalo…
Saqué un trozo de pan carcomido,
lo dividí en dos y noté su alegría:
mientras comían el pequeño calvario
de todo un día,
reían de inocencia
mis queridos hijos.
Mañana saldré de nuevo a consumir
mis zapatos y mi vida,
no tengo mucho de donde escoger
pero es necesario asumir el compromiso,
por mis pequeños felices entristecidos
y por la posibilidad de llegar
de nuevo a casa
para construir junto a ellos
una sonrisa.
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